lunes, junio 10, 2013

y ahora es Amy...


Cuando dicen que nadie te enseña a ser mamá, resulta una frase conocida, repetida e incluso la has escuchado varias veces antes y después de ser mamá… sin embargo, hoy que tengo la tarea de mamá medio armada con un hijo de 18 años y una niña de 10, me doy cuenta que la frase a repetir es: “tus hijos son distintos, por lo tanto, tienes que tener la capacidad de ser una mamá distinta para cada uno de ellos”.

Ser mamá de Gabriel, en el período escolar, fue fácil, él fue amigo de todos sus compañeros, buen estudiante, con buenas notas, respetuoso de sus profesores, e incluso en la adolescencia sentí que mi hijo experimentó una mezcla de introversión con algo de distracción, pero nada de lo que me pudiera quejar. Y lo más importante de todo, es que él tiene un sentido de la responsabilidad impecable, no necesita la supervisión de nadie al momento de realizar sus labores escolares, y si necesitaba ayuda la pedía. Tan simple como eso. Por lo tanto, creí que con Amanda sería muy similar y… debo admitirlo, la dejé sola en muchos momentos y no me di cuenta que me necesitaba…

Pero ahora he tenido que afrontar un episodio complejo con mi hija por el asunto escolar. Ella siempre obtuvo buenas notas, a ella le conseguían los cuadernos los compañeros para ponerse al día… y ahora mi hija ha obtenido malos resultados, cuadernos incompletos, falta de criterio al responder las pruebas… es como para decir: "Hey! Me la cambiaron, quiero a mi hija de vuelta!!".

Pero no. No me la cambiaron. Es la misma pero ha crecido, y tal vez por eso es que ya no se hace llamar Amanda sino Amy... Y ésta etapa de pre-adolescencia casi impuesta, me complica. Escapa a mi diario vivir.

Desde que estamos solas, mi vida es ella, es mi compañía, mi preocupación, mi despertar y mi descansar… todo para que ella esté bien, esté grata y cómoda, pero aun así el resultado fue malo. Y en mi desesperación por arreglar o mejorar este descalabro recurrí al castigo: no computador, no televisión, estudiar donde la pueda ver (casi vigilar), y lo que más le dolió: sin teléfono… lloró por su teléfono y también cuando le dije que yo lo daba todo por ella y no le importaba.

Resultado: ya ha rendido 2 pruebas y ha mejorado… y lo mejor de todo es que le ha tomado el peso a la situación, se ha dado cuenta que estudiando puede rendir bien y que no le cuesta, y por sobretodo que cuenta conmigo.

Y dándole una segunda mirada, ha cambiado, está más comunicativa, de mejor ánimo y más amorosa, no es un cambio radical, ella sigue con su intento de independencia, pero ya no contesta por lo tanto discutimos menos, ahora pasamos más tiempo juntas y ella menos conectada al ciber espacio. En definitiva un cambio positivo para las dos.

No se si quiero que crezca, no se si es estoy preparada, tal vez saber que ya no es una niñita y la disfruté muy poco, tal vez la culpa por no haberlos mimado lo suficiente… no sé, pero no quiero perder lo que hemos avanzado estas últimas semanas.






martes, junio 04, 2013

Reflotando...



Mi memoria nunca ha sido buena, tengo problemas para recordar cifras, fechas, números de teléfonos, nombres de calles, en fin de todo un poco. Al extremo que siempre me ha ido mejor con la lógica que con la memoria.

Y dentro de la falta de memoria en mi vida, es que por alguna razón tal vez no muy grata, no tengo recuerdos de mi infancia. Lo que tengo son muy pocas imágenes y lo que he reconstruido a partir de lo que mi familia y mis amigos comentan, por lo tanto es muy complejo cuando me dicen: ¿te acuerdas? Y es difícil explicar que no… En el mejor de los casos me cuentan la historia completa y en el peor me miran incrédulos.
Por otro lado, mi amiga Lilian me recuerda cosas que olvido como por voluntad, o sea, recuerdo lo que quiero recordar y anulo lo desagradable… Entiendo que mi mente bloquea algunas situaciones como una forma de protegerme a mi misma.

Sin embargo, mi vida va bien, voy tranquila por la vida, con las preocupaciones normales de mis hijos, las responsabilidades de la familia, el trabajo y de la casa, sin que mi memoria afecte mi día a día.

Pero lo que yo quisiera olvidar y deje de hacerme daño, reflota cada cierto tiempo, y a pesar de que el tiempo ha pasado, de que derramé demasiadas lágrimas, de que he aclarado situaciones y sincerarme con el mundo y conmigo misma, no logro dejar de sentir culpa. Culpa por el daño que hice sin pretender hacerlo, por no haber distinguido el espejismo de la realidad y por sobretodo darme cuenta que esa fue la época en que más amor entregué y creí recibir. Me duele escribir esto…  aún me duele, porque la culpa es mía, creo que de nadie más.
Y cada vez que este dolor aflora, por las circunstancias que sean, trae consigo la vergüenza, que es lo que me impide dar el paso hacia a adelante y enterrar el pasado. Además de la traba que puede significar en mi relación de pareja actual o futura.


Quisiera superarlo, pero no sé cómo, no sé si hay algo más por hacer, porque en mi desesperación creo haber hecho todo lo que estaba en mis manos.



Mientras tanto seguiré esperando a que el tiempo cumpla su función erosiva con mis recuerdos y si reflota otra vez, me duela menos.